Quizás, la mayoría de nosotros no llegamos a imaginar la de cosas que viviríamos y la de cosas que iban a cambiar, en tan solo día y medio.
Una media hora en autobús fue suficiente para llegar a aquel pueblecito, del cual sólo conocemos la placita donde aparcó el autobús.
Y todos cargando con las maletas llegamos a aquel convento.
Primera separación: alumnas de primero; alumnos de primero y los siete de segundo. Sólo hizo falta un cuarto de hora para tener memorizadas las habitaciones de los compañeros: las más alejadas de los profesores, las más grandes, las de los niños, las de las niñas..


Tras un poco de organización, dimos paso a las dinámicas de grupo. Que si globitos, que si carteles en la frente, que si en la espalda, que si ahora me tapan los ojos y me como la palmera.. Una mañana entretenida en la que no faltaron ni los cantes ni los bailes.








Momentos de risas, de juegos, de tranquilidad.. Simplemente, momentos para estar con los demás.






Un día lleno de risas, pero también de lágrimas. Y es que, en algunos casos, queremos que todo pase deprisa porque no nos gusta pararnos a pensar.






Una hora y media. Eso fue lo que nos hizo falta. Bueno, eso y una tarde con presentaciones en el ordenador…




Una tarde que acabó con unas.. doce personas de 16-17 años jugando al corro de la patata o, incluso, al trenecito, por los jardines de la casa.
Ya por la noche, pastas de té (es lo que tiene cargarse la puerta de la habitación donde estaba la merienda..) y refrescos para amenizar el ambiente. Entre sevillanas, flamenquito y las vueltas a la mesa agarrados a modo de conga, la noche se fue despidiendo.
Eran las doce, y las puertas de los pasillos estaban a punto de cerrarse. Cómo explicar el alboroto de unas habitaciones a otras, los brincos por el pasillo, la gente escondida en armarios, debajo de las camas, en el baño… Bueno, lo dejo en vuestra imaginación.




Pero a pesar de los profesores, de las “cuatro personas por cada habitación” y de “nada de niños en las habitaciones”, pasamos una noche insuperable, con los niños, con las niñas, en un mismo pasillo, en una misma habitación.. TODOS.
Una noche con millones de conversaciones, con el miedo de salir al pasillo, con cuidado para no pegar portazos, con mantas, muchas mantas, y con poco espacio.. Pero una noche de esas que nos será difícil olvidar.
Una mañana para jugar a no caernos de un barquito y ordenarnos según nuestro apellido, nuestro día de cumpleaños, nuestra altura.. en fin, una mañana para hacer el payaso un poco más.
Un día y medio, ese es el problema: el tiempo. Cada momento es único y, a veces, querría que se parara y quedarme ahí donde siempre, como siempre, con los de siempre.
El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con la que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables.

buGu ♫
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