domingo, 21 de noviembre de 2010
bG.
Solo alguien que me extrañe aunque hayamos pasado todo un día juntos, alguien que se ponga nervioso al verme, que no se aburra de mis charlas aunque pasemos cinco horas hablando, que se alegre de escucharme. Alguien que me acompañe siempre a casa y haga divertido el camino, por más largo que sea. Alguien a quien pueda besar por un simple impulso. Me conformo con saber que conmigo es donde más le gustaría estar siempre. Alguien que me haga reír hasta llorar, y me haga reír cuando no puedo dejar de llorar, que me diga que estoy guapa, aunque no sea verdad. Alguien que me haga sentir el cariño más afortunado del universo, sólo por el hecho de tenerlo.
lunes, 15 de noviembre de 2010
Fue, sin dudar, algo insuperable.
Vamos a empezar ahora, sí, en ese momento, a mirar hacia atrás. Vamos a mirar el día en el que nos encontramos en la puerta del colegio, con las maletas tiradas en el suelo en forma de tetris.
Quizás, la mayoría de nosotros no llegamos a imaginar la de cosas que viviríamos y la de cosas que iban a cambiar, en tan solo día y medio.
Una media hora en autobús fue suficiente para llegar a aquel pueblecito, del cual sólo conocemos la placita donde aparcó el autobús.
Y todos cargando con las maletas llegamos a aquel convento.
Primera separación: alumnas de primero; alumnos de primero y los siete de segundo. Sólo hizo falta un cuarto de hora para tener memorizadas las habitaciones de los compañeros: las más alejadas de los profesores, las más grandes, las de los niños, las de las niñas..

Tras un poco de organización, dimos paso a las dinámicas de grupo. Que si globitos, que si carteles en la frente, que si en la espalda, que si ahora me tapan los ojos y me como la palmera.. Una mañana entretenida en la que no faltaron ni los cantes ni los bailes.








Momentos de risas, de juegos, de tranquilidad.. Simplemente, momentos para estar con los demás.






Un día lleno de risas, pero también de lágrimas. Y es que, en algunos casos, queremos que todo pase deprisa porque no nos gusta pararnos a pensar.







Una hora y media. Eso fue lo que nos hizo falta. Bueno, eso y una tarde con presentaciones en el ordenador…




Una tarde que acabó con unas.. doce personas de 16-17 años jugando al corro de la patata o, incluso, al trenecito, por los jardines de la casa.
Ya por la noche, pastas de té (es lo que tiene cargarse la puerta de la habitación donde estaba la merienda..) y refrescos para amenizar el ambiente. Entre sevillanas, flamenquito y las vueltas a la mesa agarrados a modo de conga, la noche se fue despidiendo.
Eran las doce, y las puertas de los pasillos estaban a punto de cerrarse. Cómo explicar el alboroto de unas habitaciones a otras, los brincos por el pasillo, la gente escondida en armarios, debajo de las camas, en el baño… Bueno, lo dejo en vuestra imaginación.




Pero a pesar de los profesores, de las “cuatro personas por cada habitación” y de “nada de niños en las habitaciones”, pasamos una noche insuperable, con los niños, con las niñas, en un mismo pasillo, en una misma habitación.. TODOS.
Una noche con millones de conversaciones, con el miedo de salir al pasillo, con cuidado para no pegar portazos, con mantas, muchas mantas, y con poco espacio.. Pero una noche de esas que nos será difícil olvidar.
Una mañana para jugar a no caernos de un barquito y ordenarnos según nuestro apellido, nuestro día de cumpleaños, nuestra altura.. en fin, una mañana para hacer el payaso un poco más.
Un día y medio, ese es el problema: el tiempo. Cada momento es único y, a veces, querría que se parara y quedarme ahí donde siempre, como siempre, con los de siempre.
El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con la que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables.

buGu ♫
Quizás, la mayoría de nosotros no llegamos a imaginar la de cosas que viviríamos y la de cosas que iban a cambiar, en tan solo día y medio.
Una media hora en autobús fue suficiente para llegar a aquel pueblecito, del cual sólo conocemos la placita donde aparcó el autobús.
Y todos cargando con las maletas llegamos a aquel convento.
Primera separación: alumnas de primero; alumnos de primero y los siete de segundo. Sólo hizo falta un cuarto de hora para tener memorizadas las habitaciones de los compañeros: las más alejadas de los profesores, las más grandes, las de los niños, las de las niñas..


Tras un poco de organización, dimos paso a las dinámicas de grupo. Que si globitos, que si carteles en la frente, que si en la espalda, que si ahora me tapan los ojos y me como la palmera.. Una mañana entretenida en la que no faltaron ni los cantes ni los bailes.








Momentos de risas, de juegos, de tranquilidad.. Simplemente, momentos para estar con los demás.






Un día lleno de risas, pero también de lágrimas. Y es que, en algunos casos, queremos que todo pase deprisa porque no nos gusta pararnos a pensar.






Una hora y media. Eso fue lo que nos hizo falta. Bueno, eso y una tarde con presentaciones en el ordenador…




Una tarde que acabó con unas.. doce personas de 16-17 años jugando al corro de la patata o, incluso, al trenecito, por los jardines de la casa.
Ya por la noche, pastas de té (es lo que tiene cargarse la puerta de la habitación donde estaba la merienda..) y refrescos para amenizar el ambiente. Entre sevillanas, flamenquito y las vueltas a la mesa agarrados a modo de conga, la noche se fue despidiendo.
Eran las doce, y las puertas de los pasillos estaban a punto de cerrarse. Cómo explicar el alboroto de unas habitaciones a otras, los brincos por el pasillo, la gente escondida en armarios, debajo de las camas, en el baño… Bueno, lo dejo en vuestra imaginación.




Pero a pesar de los profesores, de las “cuatro personas por cada habitación” y de “nada de niños en las habitaciones”, pasamos una noche insuperable, con los niños, con las niñas, en un mismo pasillo, en una misma habitación.. TODOS.
Una noche con millones de conversaciones, con el miedo de salir al pasillo, con cuidado para no pegar portazos, con mantas, muchas mantas, y con poco espacio.. Pero una noche de esas que nos será difícil olvidar.
Una mañana para jugar a no caernos de un barquito y ordenarnos según nuestro apellido, nuestro día de cumpleaños, nuestra altura.. en fin, una mañana para hacer el payaso un poco más.
Un día y medio, ese es el problema: el tiempo. Cada momento es único y, a veces, querría que se parara y quedarme ahí donde siempre, como siempre, con los de siempre.
El valor de las cosas no está en el tiempo que duran, sino en la intensidad con la que suceden. Por eso existen momentos inolvidables, cosas inexplicables y personas incomparables.

buGu ♫
lunes, 8 de noviembre de 2010
bG.
Puedes sentirte solo y estar en medio de un millón de personas, puedes gritar y que nadie te oiga, o preguntar y que nadie te conteste. Querer y no tener, luchar y no conseguir, pelear y no ganar, dar y no recibir. Pero... ¿Sabes qué? Habrá otros momentos en que estés solo pero te sientas rodeado de mil personas que te quieren. Sin decir nada, alguien sabrá que las cosas no van bien. Sin preguntar te dirán lo que necesites oír, conseguirás cosas sin luchar, sobre todo aquellas que no quieras pero ganarás batallas sin dejarte la piel en el camino. Recibirás sin tener que dar nada a cambio. Y después de todo esto, alguien te enseñará que el único truco que sirve es seguir y sonreír pase lo que pase.
lunes, 1 de noviembre de 2010
Por última vez.

En fín, una se acaba acostumbrando a comerse las mierdas de los demás. A dar la cara por algo que el resto no se atreve, a intentar mejorar situaciones que ya no tienen solución. A preocuparte por gente que te importa cuando tú no les importas una mierda.
Siempre he estado ahí. Siempre he escuchado. Siempre he ayudado.
Puede que de cierto modo hayas estado cuando te he necesitado, pero nunca me has escuchado. Ni a mí ni a los demás, y es un problema.
Se trata de egoísmo, y de falta de humildad. Yo no hecho nada en cara, yo digo lo que pienso, y sé de más que no soy la única.
Qué verdad hay en eso de que de mil cosas buenas que tiene una persona siempre se van a fijar en las dos malas, pero va, son tus formas de agradecer todo lo que hacen por ti. Por el puto egoísmo de solo pensar en ti, en ti y en ti.
¿Y sabes lo peor? Que siempre me ha gustado. Siempre he estado gustosa de ayudarte, de hacer todo lo que estaba en mis manos por ti, todo lo que podía y más. Sin recibir nada a cambio, pero no me importaba, porque para mí eras mucho más importante que cualquier gesto.
Pero se acabó.
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